Voy a relatar un caso vivido en primera persona, aproximadamente en los años 1993-1994 en Sevilla, yo tenía 18 o 19 años, cuando decidí dejar de estudiar para empezar mi vida laboral; por lo que como no tenía experiencia anterior en ningún tipo de trabajo, encontré una salida en lo que antes se llamaban "Casas de Oficios" (después se llamaron "Escuelas Taller"), que consistían en inculcar a los jóvenes sin estudios algún tipo de profesión, en mi caso los talleres que habían eran: fontanería, albañilería, carpintería metálica y electricidad. Éramos un total de 50 personas, de las cuales yo era la única mujer, y elegí el módulo de Electricidad.
La primera sorpresa fue la entrevista para acceder a la formación de electricista, donde me preguntaron si no me importaba romperme las uñas en el trabajo... (sin comentarios...). Evidentemente mi cara de sorpresa y mi respuesta con un rotundo No, tal vez hicieron que me seleccionaran y así empecé mi formación como electricista.
Por lo general, con mis compañeros de mi módulo, no tuve ningún problema, sin embargo, en el resto de módulos había algunos chicos que me decían cosas cuando pasaba por su lado, aunque nunca llegué a entender qué decían para poder defenderme. Pero sinceramente, lo que más me sorprendió, es que a pesar de ser organizado por un grupo de profesionales del Ayuntamiento de Sevilla, entre ellos psicólogos, para la incorporación de la mujer a este tipo de actividades, de hecho buscaban más mujeres, el desenlace final fue una gran desilusión, y esto fue debido a lo siguiente:
Finalizando el curso, los organizadores contactaban con varias empresas para dar salida a los alumnos que más hubieran aprovechado el curso, entre ellos estaba yo, así que me propusieron junto a dos compañeros más para una empresa de construcción que necesitaban entre otros a electricistas. Mi sorpresa fue, cuando me llaman los organizadores del curso para explicarme y hacerme entender que, aunque me habían propuesto para el puesto, la empresa les había explicado que era para OBRAS donde todos eran hombres y que no estaban acostumbrados a trabajar con mujeres, por lo que supondría un revuelo que no veían correcto y que si tuviera conocimientos de administrativo, tal vez pudieran contratarme. De todo esto, lo que más me sorprendió no es la actitud de la empresa, sino de los organizadores de la Casa de Oficio, que aún formando a mujeres en estas actividades, entendían la actitud de la empresa y me ofrecieron formarme en nociones básicas para el uso de ordenadores...
Entiendo que todas las situaciones que viví de discriminación fueron Directa por el hecho de ser mujer (desde la entrevista, al trato de algunos compañeros y la situación final de no conseguir un puesto de trabajo). Mi principal sentimiento en aquellos años fue de total decepción, ya que aunque podía llegar a entender esa actitud por parte de compañeros y entorno laboral, nunca entendía la actitud de aceptación de la discriminación por parte del equipo que organizaba este tipo de formación precisamente para incluir a las mujeres en ciertos sectores profesionales; realmente parecía que normalizaban el fracaso del proyecto con respecto a la inclusión de las mujeres, esa fue mi sensación.
La estrategia fue buena, el problema creo que en esos años todos teníamos interiorizado de que eso era así y no veíamos que el cambio fuera posible, aceptando las reacciones adversas a la igualdad. Creo que actualmente ese mismo tipo de proyectos está más igualitario entre sexos y en la sociedad actual, ya no nos sorprende tanto el sexo femenino en determinados sectores, aunque todavía queda mucho por hacer, sobre todo en sectores de menos calificación y formación.
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